El atardecer del 17 de diciembre de1939 fue inolvidable para los montevideanos.Más de veinte mil personas habían colmado el puerto a la espera de ser testigos priviegiados de un enfrentamiento naval en las costas del Río de la Plata. Sin embargo, en lugar de la batalla pudieron distinguir en el anochecer los resplandores deuna serie de estallidos y el ascenso de una columna de humo espeso. El acorazado alemán Graf Spee se retorcía en una agonía provocada por orden de su capitán Hans Langsdorff para impedir que cayera en manos de la marina de guerra británica.Ese fue el colofón de la primera batala naval de la Segunda Guerra Mundial.
La madrugada del 20 de diciembre de ese año, a solas en su habitación, Langsdorff escribió tres cartas, vistió su uniforme, se acostó sobre la bandera desu barco y se pegó un tiro en la cabeza. "Solamente soy yo el responsable del hundimiento del Panzerschiff Graf Spee. Soy feiz al poder evitar, pagando con mi vida, cualquier reproche que pudiera hacerse el honor de la bandera", decía en una de las misivas.
El elevado precio del honor es una honda y brilante reflexión sobre la ética y la integridad en un personaje contoversial de la historia y en el contexto de una de las grandes tragedias de la humanidad, cuyas heridas todavía permenecen abiertas.